« El mejor regalo que podemos ofrecer a Dios es el de nuestro corazón ;
no nos pide otra cosa »
San Vicente de Paúl
Responder a la llamada de Cristo necesita madurez y tiempo para comprobar las razones por las que se desea entrar en la vida religiosa. Por ello, la Iglesia pide un tiempo suficiente de discernimiento y de formación antes de comprometerse mediante votos públicos.
La formación a la vida religiosa se basa en cinco pilares fundamentales : espiritual, intelectual, humano, comunitario y apostólico. Se trata por lo tanto de formar a la persona en cada una de sus dimensiones, de manera que pueda alcanzar la madurez necesaria para una vida religiosa responsable y cumplir su compromiso definitivo al servicio de Dios y de la Iglesia.
He aquí las grandes etapas de la formación
El Postulantado : “Venid y veréis” Jn 1, 46
En la vida religiosa, el postulantado es la primera etapa de formación. Es un tiempo de discernimiento que puede durar entre seis meses y un año según las situaciones y las necesidades. Es un tiempo de encuentro y de conocimiento mutuo entre la postulante y la congregación. El postulantado permite descubrir la vida religiosa apostólica por la inserción en una comunidad y profundizar la llamada a comprometerse en pos de Cristo según el espíritu de la Unión Cristiana. La postulante completa su formación humana y profundiza su compromiso bautismal.
El Noviciado : “Bendeciré al Señor porque él me guía, y en lo íntimo de mi ser, me corrige por las noches.” Salmos16, 7
Esta etapa, que dura entre uno y dos años, marca un paso más en la Congregación. Para manifestar la llamada del Señor, la novicia recibe un nombre nuevo y un hábito. La finalidad del noviciado es que las novicias conozcan más plenamente la vocación propia de la Congregación, que prueben su modo de vida y que conformen la mente y el corazón con su espíritu. Para ello, la novicia recibe una formación más interior : cultiva el don de sí, la humildad, la docilidad al Espíritu Santo. Continúa su formación humana, espiritual y comunitaria para escuchar mejor al Señor, guardar su Palabra y ponerla en práctica.
La profesión temporal : “Es una respuesta de amor al que nos amó a nosotros primero” 1 Jn 4,10
Después de los votos temporales (primeros votos de tres años), la joven profesa completa su formación en diversos ámbitos teóricos y prácticos, de manera que pueda participar activamente en la misión y en el apostolado del Instituto. Se le propone un programa de formación, según sus aptitudes, para responder mejor a la vocación de cada una. Los votos temporales se pueden renovar por dos años en dos ocasiones.
La profesa lleva el hábito de las religiosas, el velo negro y la cruz, símbolo del don de ella misma al Señor.
La profesión perpetua y la formación continua : “Buscad al Señor y su fortaleza ; buscad su rostro continuamente.” Salmo 105, 4
En la ceremonia de profesión perpetua, la profesa recibe una alianza con la inscripción ICD (In Caritate Dei) que es el lema de la Congregación. Nuestro lema entero se traduce así : “en la caridad de Dios y la paciencia de Cristo” y es el signo de la fidelidad de Dios que nos amó a nosotros primero.
La formación de la religiosa no se acaba con los votos perpetuos : durante toda su vida, buscará al Señor para hacer su Voluntad. Por ello la formación permanente de cada una alimenta la contemplación, favorece el cumplimiento de los Consejos Evangélicos y la renueva sin cesar en su misión apostólica.