Espiritualidad

En el día a día, nuestra espiritualidad se encarna :

1- En la vida de oración comunitaria y personal.

“La contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración debe ser primer y principal deber de todos los religiosos.”

(Canon 663)

Esta fuente de agua viva, a la cual recurrimos para encontrar fuerza y alegría, nos conduce al don de nosotras mismas y fecunda nuestro apostolado.

El ritmo del día lo indica el tintineo de la campana que nos llama todas a la oración: Eucaristía, liturgia de las horas, oración, Rosario, lectura espiritual, silencio… Los retiros y ejercicios espirituales nos permiten revitalizar nuestra vida espiritual.

2- En la vida fraterna

San Vicente de Paúl nos anima a “permanecer unidas a Jesucristo y entre nosotras por el lazo indisoluble de la dilección fraterna”.

Vivimos juntas los tempos de oración, el trabajo comunitario, el tiempo de descanso, las vacaciones. Navidad y verano son los mejores momentos en donde nos reunimos todas en la Casa Madre lo que nos da alegría y consuelo a cada una y permite fortalecer los vínculos de nuestra unión.

3- En la vida apostólica

Buscando a imitar a Cristo que “no vino para ser servido sino para servir”, las hermanas, cualquiera que sea nuestro trabajo en la Congregación, contribuimos a la educación de los jóvenes que nos ha confiado el Señor.

Nos graduamos y recibimos una formación pedagógica para dispensar las distintas asignaturas escolares y compartimos las distintas tareas de supervisión y de mantenimiento indispensables, trabajando en la misma obra con alegría, en el entendimiento fraterno, para mayor gloria de Dios.

Cada Instituto religioso es un reflejo de la Belleza y Bondad de Dios, inspirado por el Espíritu Santo para responder a las necesidades de la Iglesia en el mundo y manifestar de una manera particular el amor de Dios hacia los hombres.
San Vicente de Paúl y Mme de Pollalion tuvieron la inspiración de fundar la Unión-Cristiana para contribuir a glorificar a Dios y a salvar almas de todas las maneras posibles en el ámbito de la educación e instrucción cristiana de la juventud.
Procedente de la contra reforma del Concilio de Trento, la espiritualidad de la Unión-Cristiana es la de la escuela francesa de espiritualidad: se trata de imitar a Cristo a través de sus distintos estados de vida.

Nuestro carisma es la Unión

El propio nombre de la Unión-Cristiana, escogido por San Vicente de Paúl incita a las hermanas a

“permanecer unidas a Jesucristo y unidas entre ellas por el lazo indisoluble de la dilección fraterna”

(Constituciones)

en nuestra vida comunitaria y apostólica. Pronunciamos votos públicos de Pobreza, Castidad consagrada y Obediencia. A éstos, le añadimos un cuarto voto, reconocido por la Iglesia como nuestro carisma propio: el voto de Unión. Por este voto, nos comprometemos, en nombre de nuestra Unión a Jesucristo y como testimonio de nuestro amor a El, a permanecer unidas entre nosotras en el seno de la Comunidad.
Al igual que nuestra Fundadora que nos dio ejemplo, las hermanas tratamos de cultivar un gran amor hacia el Santísimo y de practicar un Santo Abandono a la Divina Providencia.

Las primeras Superioras del Instituto escogieron a la Virgen María como Madre y Fundadora del Instituto. Desde entonces, tratamos de alimentar una confianza filial en su protección materna.

“A la Virgen María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, las hermanas se dirigirán a ella con confianza y amor”

(Constituciones)